Lo primero de todo es solidarizarme con los alumnos de la Facultad de Periodismo de Navarra. Es intolerable que aún haya individuos que piensen que a base de golpes se consiguen los propósitos. Aquí podríamos traer a colación la polémica suscitada por los Míus, que bien recogen otros compañeros en su post. “no debemos de justificar la violencia como medio para conseguir los objetivos”.

Pero hoy no hablaremos de ese tema. Hoy es un día de celebración. Estamos de fiesta. Y no, no voy a escribir sobre el camino que ya hemos estrenado esta semana.

Un 30 de Octubre de hace 98 años, en una humilde casa de Orihuela nació quién fuera uno de los más célebres poetas de su generación. Viajó a la capital para desarrollar su vida artística, y aunque consiguió adentrarse en los círculos culturales más selectos de Madrid, le costó mucho malvivir fuera de su pueblo. Publicó sus famosos poemas “nanas a la cebolla” con dinero de su propio bolsillo. Fue acusado de homosexual, su ideología le llevó a la cárcel y allí murió dejado por un régimen que prefirió quemar sus obras a reconocer el valor de ellas.

Quién le iba a decir a Miguel Hernández que casi cien años después, pasaría de tener una humilde casa a tener una universidad; humilde, pero universidad.

Hablando de periodismo y celebraciones: Hoy es el día Mundial de la Radio. Y como ya bien anunciara hace algún tiempo el blog de nuestros compañeros, esta noche las principales radio del país (RNE, COPE, SER, PUNTO RADIO…) han conmemorado la fecha con la recreación de una de las obras maestras de este medio.

El 30 de Octubre de 1938, la ciudad de New York se colapsó aterrada por el ataque extraterrestre de unas máquinas asesinas anunciado en el programa radiofónico de Orson Welles. Este magnífico locutor adaptó la obra de “La Guerra de los Mundos” de H. G. Wells ante la estupefacta y crédula atención de los ciudadanos americanos, que creyeron ver aquello que Welles les narraba por su transistor.

Recordar este hecho, nos hace ver una vez más, que el hombre no aprende con la experiencia. El ciudadano de hace 70 años se creyó lo que la radio le contaba por el hecho de ser la radio. Hoy, el ciudadano del siglo XXI, se sigue creyendo absolutamente todo lo que ve, oye y lee.

No nos extrañe que los neoyorquinos se asustaran de algo que hoy nos parece una bobada fantasiosa, porque día a día nos tragamos (y de forma convencida) lo que nos dicen los editoriales de los medios que seguimos.

“Buenas noches y buena suerte”